Este gesto “indignó” al partido de Convergencia i Unió que convocó una manifestación de apoyo, paralela al acto y en apoyo de Jordi Pujol, al que presentaba como candidato. Los manifestantes ocuparon a rebosar el Parque de la Ciudatella – ¿de que me sonará a mi el lugar y el nombre?- y ocuparon todas las salidas del recinto parlamentario a la terminación del acto.
Una multitud enfurecida abucheó, insultó y vejó a los parlamentarios socialistas que intentaron protegerse en el mal servicio de orden, organizado por los convocantes. Particular ira mostraron contra el ya alcalde de Barcelona, Pascual Maragall, y contra la diputada Anna Balletbó que tuvo la osadía de responder con besos al aire a los insultos. El diputado Raimón Obiols tuvo que pedir que fueran los Mossos de Escuadra los que se encargaran de su seguridad a la vista de la singular agresividad que provocaba. Mientras se producía el cambio de escolta, unos quinientos manifestantes, zarandearon, insultaron y casi agredieron al diputado, que, a duras penas, consiguió encerrarse en un coche oficial. Una vez dentro del vehículo este fue objeto de un intento de volcado al grito de: ¡Mateu-lo! ¡Mateu-lo!
El secretario general de CiU, Miquel Roca, dijo al ser entrevistado que: “Ha sido una manifestación única, perfecta.”. Y lamentó unos posibles incidentes que dudó fuera cierto que se hubieran producido.
Hasta aquí la larga incursión histórica. Es inevitable compararla con los hechos ocurridos en el mismo lugar durante esta semana. Y comprobar como según que intereses, que artes demagógicas o que manipulación interesada, unos hechos son en algún caso el “rebasamiento de todas las líneas rojas de la democracia” o, simplemente, una “manifestación perfecta”.
Una jauría organizada y mercenaria (Jiménez Losantos, Sabater, Dragó, Felipe González, Chávez, Carod…) ha atacado, convertidos en auténtico mastuerzos (Sabater dixit) al movimiento Democracia Real Ya, invocando unos principios, muy dudosos en todos ellos, de democracia y orden, en relación a unos sucesos donde nunca se intentó volcar el coche de un diputado al grito de ¡Mateu-lo! Entonces callaron y ahora ladran.
Los parlamentarios socialistas de 1984 se limitaron a votar a su candidato y no hicieron como los víctimistas diputados de ahora, de una vez pasado el “achuchón”, votar unos recortes contrarios a toda equidad social que va en camino de dejar en nada la sanidad y la enseñanza públicas. Una supuesta violencia dura segundos, la otra, décadas.
Toda la clase política mundial está lo suficientemente desacreditada. Pero no tiene peor remedio para su falta de credibilidad que la mala memoria.